Durante el
siglo XVII, toda Europa se vio inmersa en una profunda crisis económica
que afectó de forma notable a la monarquía hispánica.
A pesar de la gran cantidad de metales preciosos que
llegaban desde América, las guerras y los altos costes de mantener el Imperio
causaron distintas bancarrotas. Además, España tuvo que hacer frente a epidemias
de peste, malas cosechas, aumento de los precios, revueltas
internas, etc.
En 1609, Felipe III decretó la expulsión
de los moriscos. Muchos embarcaron en puertos como el de Denia rumbo a
África del Norte. La expulsión tuvo un impacto negativo para la economía, pues
muchos campos del Reino de Valencia, Aragón y Murcia se quedaron sin campesinos
que los trabajaran.
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